Por qué celebramos el Día del Niño (y por qué deberíamos recordarlo distinto)

Cuando hablamos del Día del Niño solemos pensar en colores y juegos acompañados de muchas risas. Se nos enseña a celebrarlo con dulzura, como si fuera una fecha puramente alegre y aunque en gran medida sí lo es, detrás de esta celebración hay un eco histórico que pocos conocen y que nace del dolor, la guerra y la urgencia de proteger a uno de los valores más importantes de la humanidad: la infancia.

Para comprender este día, es necesario mirar hacia el siglo XX, justo después del caos que dejó la Primera Guerra Mundial. Las imágenes de destrucción, ciudades en ruinas y millones de huérfanos que fueron orillados a sobrevivir entre cenizas marcaron profundamente a la sociedad global. Fue ahí que se gestó la nueva conciencia de que los niños y las niñas necesitaban una protección especial. 

En 1924, la Liga de las Naciones –precursora de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)– firmó la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño, un documento que reconocía por primera vez que la infancia debía ser amparada por los Estados. Salud, educación, refugio y afecto no eran lujos, sino necesidades básicas que debían ser cubiertas y que hasta ese momento ya eran tardías. El trauma bélico había enseñado la lección amarga de que los niños no solo sufren las guerras sino que las heredan. 

Un año después, en 1925, durante la Conferencia Mundial sobre el Bienestar de la Infancia celebrada en Ginebra, se instauró oficialmente el 1 de junio como el Día Internacional del Niño, buscando que los países no olvidaran que las infancias también necesitan políticas, atención y justicia. 

Para 1989, décadas más tarde y tras numerosos conflictos globales, se dio un paso mayor con la firma de la Convención sobre los Derechos del Niño, el tratado de derechos humanos más ratificado en la historia. Una carta internacional que consagró, con palabras y compromisos legales, el deber de los adultos hacia las generaciones más jóvenes.

Hoy, quizá valga la pena recordar que el Día del Niño no nació para regalar juguetes, sino para proteger futuros. Para hablar, con conciencia y responsabilidad, sobre lo que el mundo le debe a sus infancias hoy más que nunca, cuando a pesar de todas las convenciones, los tratados, se mantienen conflictos bélicos que siguen dejando en orfandad de derechos humanos a niñas y niños en guerras como la de Ucrania y Rusia o la ocupación de Israel en Palestina.

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Imagen de portada: Fotografía anónima / Secretaría de Cultura, INAH

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