URUGUAYO. En un equipo que quiere ser campeón es bueno que haya, al menos, un argentino o un uruguayo. El Madrid ganó la Décima con Di María, que fue junto a Sergio Ramos el MVP de Lisboa, y en estos últimos años el espíritu irreductible y guerrero de Fede Valverde le ha dado al Madrid en forma de Champions y Ligas ese plus futbolístico, emocional y avícola (¡este chaval tiene un par!). Cuando todo parecía perdido, en el minuto Noventa y Ramos, el 93′, irrumpió el uruguayo de oro con un golazo de hemeroteca. Su chupinazo con el empeine derecho se coló como un obús en la escuadra de la portería defendida por Unai Simón, el mejor portero de España con mucha diferencia. Un gol lleno de rabia, que tapaba la hemorragia provocada por la noche aciaga del Arsenal y alejaba la nube negra instalada en la atmósfera del Bernabéu desde el eurobatacazo. Valverde se resiste a rendirse. Es el verdadero corazón del Madrid. Es el motor, el acelerador, el orgullo vikingo con botas, el empeño en mantener con vida la lucha por el título hasta la última recta. El carácter uruguayo envía ese mensaje al vestuario para que nadie baje la guardia ni la mirada. Mientras que haya vida clasificatoria, aquí nadie renuncia a nada. Al Madrid le quedan siete finales, seis partidos de Liga y la cita del próximo sábado en La Cartuja ante el Barça. Ganando los siete habría doblete. ¿Por qué no intentarlo? Pues eso. Al lío.
Factor Vinicius. Me hace gracia que haya madridistas que insistan en pedir que el club venda este verano al brasileño. Me pregunto cuánto dinero costaría fichar a un jugador de su calibre. Para empezar, Vini ya lleva tiempo sin entrar en guerras ajenas al terreno de juego y se limita a jugar como él sabe, buscando el uno contra uno y desequilibrando. Le hizo la vida imposible a Gorosabel. El único que lo buscó desde el minuto 1. Y cuando metió un golazo de bandera, anulado de forma absurda por ese VAR que se va a cargar el fútbol como siga en manos de gente que no ama este maravilloso deporte, se fue corriendo al centro del campo sin hacer algaradas. Vini es un delantero que desborda fútbol y ante la baja de Mbappé por lesión fue tan clave como Valverde. Seamos sensatos antes de pedir decisiones en caliente.
El arbitraje. Entre lo que pasó en el Barça-Celta en Montjuïc y lo que vimos en el Bernabéu queda claro que los dueños de la maquinita diabólica querían finiquitar rápido esta Liga. Arrancar las ilusiones de la gente no es algo para tomárselo frívolamente. Conozco hinchas del Celta que se acostaron frustrados y encorajinados por el atropello sufrido por los celestes. Y el del VAR del Bernabéu que anula un golazo por la punta de una bota no interviene para pitar un claro penalti a Bellingham. Y fíjense lo que pasó en el Villarreal-Real Sociedad. Paremos esta locura.
Sucedió en un 20 de abril. Amar en tiempos revueltos me genera un impulso positivo que me permite rescatar la ilusión por esta camiseta imperial que siempre termina luciendo su blancura genética hasta en los peores momentos. La mejor fórmula es buscar en la hemeroteca. En un 20 de abril vimos como Cristiano volaba al cielo de Valencia en la prórroga de la final de Copa ante el Barça de Guardiola y Messi. Éxtasis en Mestalla. Y otro 20 de abril de hace más de un siglo, en el año 1919, el Madrid metió una manita al Athletic (5-0) con goles de Muguiro (2), Posada… ¡y un doblete de Santiago Bernabéu!
Va por ti chaval. Este triunfo me hizo más feliz por un pequeño llamado Pablo, que viajó hasta el Bernabéu con la Peña Las Palmeras de Badajoz, que a sus seis añitos lucha como un jabato para ponerse bueno y con el apoyo de su estupenda familia. Eres un crack, campeón.
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