El papa Francisco fue hospitalizado en el Policlínico Gemelli de Roma el viernes 14 de febrero con un diagnóstico inicial de bronquitis (AP Foto/Andrew Medichini, archivo)
El papa Francisco, figura central del catolicismo y líder espiritual de millones de fieles, falleció a las 7:35 de este lunes 21 de abril en su residencia de la Domus Santa Marta, en la Ciudad del Vaticano, a los 88 años. Así lo indica el informe oficial al que pudo acceder Infobae, que lleva la firma del profesor Andrea Arcangel, director del Departamento de Salud e Higiene del Estado pontificio. Las causas de su muerte —según el parte— fueron un accidente cerebral, que derivó en un coma profundo, y un colapso cardiorrespiratorio irreversible. Este desenlace fatal fue precedido por un complejo cuadro de salud, que incluía una insuficiencia respiratoria aguda a causa de una neumonía bilateral multimicrobiana, bronquiectasias múltiples, hipertensión y diabetes tipo II.
El médico del vaticano Andrea Arcangel precisó que la muerte de Francisco se constató mediante registro electro-cardio-tanatográfico.
Según la prensa italiana, los médicos del Policlínico Gemelli de Roma, donde era atendido y pasó la última internación, habían señalado, antes de la confirmación oficial, que la causa de su deceso fue un accidente cerebrovascular, aunque no revelaron la naturaleza exacta del evento, es decir, si fue del tipo hemorrágico o isquémico. “El Papa falleció pacíficamente”, agregaron.
El papa Francisco había sido hospitalizado en el mencionado centro de salud de Roma el viernes 14 de febrero con un diagnóstico inicial de bronquitis. Unos días después, el Vaticano comunicó que el Pontífice enfrentaba una “infección respiratoria polimicrobiana” que complicó su estado de salud, lo que llevó a un ajuste en su tratamiento farmacológico.
Un ataque cerebral, también conocido como accidente cerebrovascular (ACV), es un evento médico grave que ocurre cuando se interrumpe el flujo sanguíneo hacia el cerebro (Imagen Ilustrativa Infobae)
De esta forma, durante esa última internación, el jefe de la Iglesia Católica enfrentó una serie de complicaciones respiratorias graves. El cuadro inicial evolucionó hacia una neumonía bilateral, lo que requirió un tratamiento combinado de antibióticos y corticoides. Las afecciones preexistentes, como bronquiectasias y bronquitis asmática, fueron factores determinantes en el agravamiento de su estado, ya que impactaron negativamente sobre su sistema respiratorio.
El Papa también presentó insuficiencia renal, que fue controlada, pero a pesar de ello, su salud continuó siendo crítica durante varias semanas. A mediados de su internación, sufrió una grave crisis asmática, que requirió oxígeno de alto flujo y transfusiones sanguíneas debido a trombocitopenia, una disminución en el número de plaquetas. Además, más adelante, enfrentó episodios de insuficiencia respiratoria aguda, asociados a acumulación de moco endobronquial y broncoespasmo.
A lo largo de su internación, el Pontífice mostró signos de recuperación, pero su cuadro clínico siguió siendo complejo y, a pesar de las crisis respiratorias, continuó gestionando algunos asuntos del Vaticano hasta el día de su alta, el 23 de marzo de 2025.
“El Papa facció pacíficamente”, revelaron médicos del Policlinico Gemelli, según publicaron diarios de Italia (AP foto/Andrew Medichini)
Un ataque cerebral, también conocido como accidente cerebrovascular (ACV), es un evento médico grave que ocurre cuando se interrumpe el flujo sanguíneo hacia el cerebro, lo que provoca una alteración en el funcionamiento de las células cerebrales. Según explicó en una nota para Infobae el doctor Pedro Lylyk, un reconocido neurocirujano y referente mundial en cirugía endovascular, un ataque cerebral se puede describir, en términos sencillos, como un “exceso de sangre que genera una hemorragia y forma lo que se conoce como infarto cerebral”, que es el resultado de la falta de oxígeno en una parte del cerebro, lo que genera la muerte de células cerebrales.
Es fundamental comprender que un ACV no es una condición aislada, sino que se presenta en dos formas principales: el ACV isquémico y el ACV hemorrágico. Ambas formas están relacionadas con la interrupción del flujo sanguíneo en el cerebro, pero de maneras distintas.
El ACV isquémico es el tipo más común y representa alrededor del 80% de los casos. Este tipo ocurre cuando una arteria que suministra sangre al cerebro se obstruye, lo que impide que la sangre llegue a las células cerebrales. La falta de oxígeno que sufren las células en la zona afectada puede causar un daño isquémico, lo que significa que las células cerebrales comienzan a morir. Esta obstrucción puede deberse a un trombo, es decir, a un coágulo que se forma en una arteria, o a un émbolo, un coágulo que se origina en otra parte del cuerpo y viaja hasta el cerebro.
Por otro lado, el ACV hemorrágico ocurre cuando una arteria en el cerebro se rompe, provocando una hemorragia que daña el tejido cerebral o lo comprime. Esta forma se divide en dos tipos: el ACV hemorrágico intracerebral, en el que la hemorragia ocurre dentro del propio cerebro, y el ACV hemorrágico subaracnoideo, en el que la hemorragia se produce en los espacios que rodean el cerebro. El primer tipo está frecuentemente relacionado con la hipertensión, mientras que el segundo puede ser causado por un traumatismo craneal o la ruptura de un aneurisma. La hemorragia en ambos casos afecta el funcionamiento normal del cerebro, causando graves consecuencias para la salud de la persona afectada.
El papa Francisco se mostró a los fieles en una ventana del Policlínico Agostino Gemelli en Roma, el domingo 23 de marzo de 2025, donde recibía tratamiento contra la bronquitis y la neumonía bilateral desde el 14 de febrero. Fue dado de alta dos días después (AP Foto/Domenico Stinellis)
El doctor Alejandro Andersson, médico neurólogo, dijo a Infobae que “el ACV es una de las principales causas de muerte y discapacidad en personas mayores, especialmente en quienes padecen enfermedades crónicas que debilitan el organismo, como infecciones respiratorias graves, insuficiencia renal o trastornos inflamatorios sistémicos”.
“En adultos mayores, —agregó— la combinación de fragilidad vascular, inflamación crónica, hipoxia y desequilibrio hemodinámico eleva significativamente el riesgo de eventos cerebrovasculares. A esto se suma que muchos de ellos toman múltiples medicamentos que pueden alterar la presión arterial, la coagulación o la oxigenación cerebral”.
De izquierda a derecha el médico jefe de la Oficina vaticana de Salud e Higiene, Luigi Carbone, y el cirujano Sergio Alfieri hablan con periodistas el sábado 22 de marzo de 2025, en la entrada de la policlínica Agostino Gemelli donde el papa Francisco estaba internado por una neumonía bilateral desde el 14 de febrero de 2025 (AP Foto/Gregorio Borgia)
Por eso, “una neumonía severa, como la que sufrió el papa Francisco, puede desencadenar una cascada de factores predisponentes: fiebre, hipoxia, mayor viscosidad de la sangre, taquicardia y deshidratación. Todos estos elementos, en una persona anciana y ya debilitada, pueden precipitar un ACV isquémico (por trombosis o embolia) o incluso uno hemorrágico si hay fragilidad capilar o trastornos en la coagulación”.
Respecto de la incidencia de esta causa de muerte, el doctor Andersson preciso que, “se estima que hasta el 20% de los fallecimientos en adultos mayores internados con cuadros graves tienen como causa final directa o contribuyente un evento cerebrovascular”.
“Desde una perspectiva neurológica, entonces, el ACV no solo es una posibilidad esperable en este tipo de contexto clínico, sino también una de las formas más comunes en que ‘la gota colma el vaso’ cuando el organismo está en una situación crítica”, cerró.
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