BARCELONA — Al Barcelona no le llega la camisa al cuerpo (frase hecha) en Europa. El Internazionale, por su parte, lamentará, al menos hasta el martes, haber dejado vivo a un rival al que tuvo arrodillado. Y dos veces, que se dice pronto.
Del 0-2 a los 21 minutos al 3-3 final, dejando la decisión para la vuelta después de una ida que parecía ser la auténtica final. Nervios, errores, maravillas, lesionados… De todo tuvo un primer asalto que no dejó a nadie indiferente.
El Giusepp Meazza dictará sentencia y dirá quien será finalista en Múnich. No está, para nada, entregado este Barça que se reveló contra la desgracia ni tampoco rendido ese Inter que se presentó depresivo en Barcelona. O que eso quiso hacer creer.
Falta un partido de vuelta y nadie lo diría a la vista de lo sucedido en Montjuïc, donde dos remates en 21 minutos le bastaron al Inter para irse 0-2 en un comienzo soberbio de partido, anotando un golazo Thuram a los 36 segundos y dominando, aunque sin avasallar, a un Barça tan sorprendido como incapaz de imponer su ritmo…
Hasta que llegó Lamine Yamal despertó. Lo hizo a lo bestia y arrastró en su rebelión a todos sus compañeros, que, de pronto, entendieron imposible entregarse a la desgracia en este momento imprescindible del curso.
Después de Dumfries, fue Lamine el protagonista de la noche, anotando el 1-2 con un remate cruzado tan excelso como importantísimo para que la afición despertase a la altura de su Barça. Y el equipo se fuera arriba sin reservas.
Fue entonces cuando entendió el Inter la necesidad de sufrir porque fue cada vezs más arrinconado por un Barça rabioso y encendido, que explotó con el empate de Ferran y que lamentó la llegada del descanso, tras la lesión de Koundé y sin poder redondear una remontada que rozó. Y mereció.
DE CERO
Pero este Inter es más fiero de lo que podría dar a pensar sus últimas dos semanas de caída. Regresó en la segunda parte con ánimos renovados, volviendo a mandar en el campo a pesar de la ausencia, por lesión, de Lautaro y rozándose los veinte minutos, otra vez Dumfries, golpeó el alma y corazón barcelonistas. Si el 0-2 se levantó, el 2-3 parecía una montaña, que escaló en un santiamén Raphinha con un obús que la desgracia de Sommer convirtió en el 3-3.
De cero, desde cero, empezará la eliminatoria la siguiente semana en Milán, entre un Inter que sabe a lo que juega y nunca se precipita y un Barça que no sabe jugar con el freno de mano.