Después de una jornada prácticamente en silencio, el Vaticano ha decidido hacer público el testamento del Papa a la vez que sus médicos anunciaban la causa de la muerte.
En ese testamento, firmado el 29 de junio, el Papa dice que sólo quiere expresar su última voluntad para hablar de su sepultura. «Mi vida y mi ministerio sacerdotal los he confiado siempre a la Madre de nuestro Señor. Por eso solicito que mis restos mortales descansen esperando la Resurrección en la basílica de Santa María la Mayor», escribe.
El Papa quiere que su «último viaje terreno» concluya donde también en el lugar al que se desplazaba antes y después de cada viaje apostólico», explica. El pasado sábado 12 de abril, justo antes del inicio de la Semana Santa, visitó esta basílica para agradecer a la Virgen su salida del hospital. Algunos jesuitas aseguran que en el pasado, los misioneros de la Compañía de Jesús iban a este lugar antes de partir en misión a lugares lejanos.
En el testamento, el Papa aclara que quiere que «el sepulcro esté sobre la tierra, que sea sencillo, sin adornos y con una única inscripción, Franciscus», su nombre en latín. Ni la fecha de su vida ni de su pontificado.
Igual que cuando nada más ser elegido pagó de su bolsillo los gastos de su residencia, no quiere grabar sobre las arcas de la Santa Sede el gasto que supondrá su tumba y anuncia en el testamento que «los gastos para la preparación de la sepultura se cubran con la suma entregada por un benefactor», cuyo nombre no revela en el texto. Esa suma fue ya pagada.
Aparte de esta decisión, además, el Papa pide a Dios que «recompense a quienes me han querido y a quienes seguirán rezando por mí». Y se despide asegurando que «el sufrimiento de la última parte de mi vida lo he ofrecido al Señor por la paz del mundo y la fraternidad entre los pueblos».