Los lunes tienen su punto

No resulta tan extraño que el Atlético haga cuatro goles como que el Valladolid haga dos, pero a la clasificación tanto le dan tales disquisiciones: los de los rojiblancos son más que los de los blanquivioletas, así que los puntos se quedan en casa después de una función pasada por agua y con cierta tendencia a lo absurdo. Aún va a tener Raúl Moro a última hora un cabezazo para el tercero visitante. Se va fuera y suspira Oblak, que ya no sabe por dónde le vienen en su particular lucha por el Zamora. La República Independiente del Metropolitano celebra la victoria del 14 de abril. El que quiera, puede seguir haciendo cuentas.

Que sí, que lo de Lenglet puede considerarse ‘zamorana’. Y lo de Javi Sánchez, pisotón. Pero ni lo uno ni lo otro hubieran sido penalti en el fútbol que conocimos no hace tanto. La torticera utilización de la tecnología ha convertido el de ahora en una verbena, así que, a partir de ahí, apenas se necesitan un tipo sin criterio en las pantallas, léase Figueroa Vázquez, y otro sin personalidad sobre el césped, léase Díaz de Mera Escuderos, para convertir un empate sin goles en un empate con goles y un partido hasta cierto punto lógico en el enésimo sindiós del campeonato.  

El Valladolid se da el gusto de circular por delante después de que Sylla acierte desde el punto, pero ni cinco minutos dura su dicha, lo que tarda en acertar Julián justo ahí pero en el otro lado. Por el mismo precio y en un suspiro desnivela Giuliano, que antes ha forzado la pena máxima relatada, que después recibe de Barrios para hacerse un llavero con Henrique y, ya que se ha perfilado hacia dentro, sacar un zurdazo que se traga André para que el Atlético se vea por delante después de verse por detrás. El 22 del Atlético vuelve a ser el que agita la coctelera, por más que después se vaya diluyendo. Lo que resta hasta el entreacto será como lo de antes, un dominio local inocuo. 

El Valladolid ha dejado fuera de la convocatoria a Luis Pérez y Latasa, con el morbo que hubiera tenido sentarlos juntos en el banquillo, y ha dibujado algo parecido a un 4-1-4-1 en ataque y 5-4-1 en defensa, Anuar es el que se retrasa según convenga. Simeone ha tirado con lo que tiene, incluidos Koke y Griezmann en el once, el primero después de mucho tiempo, el segundo a pesar de mucho tiempo. Y mientras cae el diluvio sobre el Metropolitano, que ésa es otra, la de la meteorología, los acontecimientos se concentran en el intervalo de los tres goles.

La reanudación presenta credenciales con una buena combinación local y con un cabezazo desviado de Grizi a servicio de Koke, pero ahí se queda la cosa. El partido sigue mustio y al Valladolid le da hasta la risa, porque otra vez que pasa el mediocampo, sobre la hora de litigio, otra vez que hace diana. Vuelven a mediar Lenglet, que hace la falta, y el infortunio, que convierte el disparo de Javi Sánchez en veneno una vez lo desvía Gallagher. A partir de ahí, y sólo a partir de ahí, El Cholo hace cambios como si no costara. Y en éstas Llorente pifia lo que pretendía ser taconazo y Henrique lo pisa en el segundo intento. El rojiblanco ha porfiado para hacer de la necesidad virtud.

Otra pena máxima, en fin, quizás la más obvia, para que Julián firme un doblete peculiar y para que vuelva a respirar su gente, que aún encontrará el cuarto cuando Sorloth aprovecha la que ha sacado André para evitar el hat-trick de la Araña. Del lance, concretamente de su construcción, salen bien parados Molina y Riquelme, otros dos de refresco. Como Lemar, que tampoco lo hace mal. Esta vez funciona el carrusel. Aún no tiene claro por qué ha dejado de jugar los miércoles, ni lo tendrá, pero el Atlético anda ya jugando los lunes. A su manera, que también tiene su punto. En este caso, el fatídico. Para el Valladolid, carne de Segunda. 

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