El campeón del mundo demostró su autoridad en un escenario difícil y contra un rival complicado. Sin Messi también puede ser muy competitivo.
Seguramente, en veinte o treinta años hablaremos de este equipo argentino. De su autoridad, de cómo con Messi se transformó en el mejor seleccionado del mundo y de cómo sin él demuestra que también en un equipo muy competitivo.
Para neutralizar, cuando la idea era neutralizar en el primer tiempo del Centenario; para jugar, cuando la idea pasó a ser esa, ya en el complemento.
La Selección mostró y ofreció muchos rendimientos altos, muchas individualidades en muy buen nivel. Fue un partido redondo de varios de ellos. Para dimensionar lo que se hizo siempre hay que entender quién era el rival y su posición de localía: Montevideo el escenario, y Uruguay, ese bravo seleccionado uruguayo que demostró en la Bombonera todo lo que puede ser.
Dentro de la lista de virtudes de Argentina, hay que destacar que a Dibu Martínez no le llegó ningún tiro comprometido en los 98 minutos de partido. Y también que el gol llegó como consecuencia del juego y desde lo planeado por el cuerpo técnico.
Argentina, el campeón del mundo, había ganado en el Maracaná y ahora gana tambien en el Centenario: no hay lugar que no le venga bien. Y en general los rivales lo sufren y quedan resignados, acostumbrados a que más allá del lugar, más allá de los nombres, sea siempre el seleccionado argentino, lo que mejor funciona entre nosotros.